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El Pacto Mosaico y el Pacto de Gracia



Por Jay Todd
Traducido por: Alejandro González Viveros

Los tratos de Dios con Israel, bajo Moisés, fueron simplemente otra manifestación del Pacto de Gracia. Esta es la forma en que la mayoría de los puritanos entendieron el Pacto Mosaico, y es la opinión articulada en la Confesión de Fe de Westminster. Según este punto de vista, sólo hay dos pactos revelados en las Escrituras: el Pacto de las Obras y el Pacto de la Gracia; y el Pacto Mosaico es simplemente una de las manifestaciones, en el Antiguo Testamento, del Pacto de Gracia. Quienes se adhieren a este punto de vista reconocen que existen diferencias entre las manifestaciones veterotestamentarias del Pacto de Gracia (el Antiguo Pacto) y la inauguración del Nuevo Pacto en Cristo, y que estas diferencias son quizás más pronunciadas en el Sinaí. No obstante, éstas deben ser consideradas diferencias en la administración y no diferencias en la sustancia. En otras palabras, la diferencia entre el Sinaí y el Calvario no es de esencia, sino simplemente de forma externa; Estos dos no son diferentes en cuanto a lo que son (materia) sino más bien en cómo son expuestos (manera). En resumen, el Pacto Mosaico es simplemente otra manifestación del Pacto de Gracia.

Evidencias de que el Pacto Mosaico es parte del Pacto de Gracia:

1. Esta postura tiene el mayor respaldo bíblico. Primero, las Escrituras nos dicen que la ESENCIA del Pacto Mosaico es la misma que la del Pacto de Gracia: Moisés le dice a Israel en Deuteronomio 7:12, "Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres". Observe que Moisés no está diciendo: Si escuchas estos decretos, entonces el Señor guardará contigo el pacto que está haciendo hoy contigo. Más bien, Moisés está diciendo: Si escuchas estos decretos, el Señor guardará contigo el pacto que había hecho con los Patriarcas. Dios no está diciendo: si abrazas los términos del Pacto Mosaico, te daré las bendiciones del Pacto Mosaico. Más bien, Él está diciendo: Si abrazas los términos del Pacto Mosaico, te daré las bendiciones del Pacto Abrahámico. Esto es porque el pacto que Dios estaba renovando con Israel en el Sinaí era el mismo pacto que había hecho con Abraham. El Pacto Mosaico fue simplemente una continuación del Pacto Abrahámico.  Esto es aún más explícito en Deuteronomio 29:10-13, donde Moisés le dice a Israel: "Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios... para que entres en el pacto de Jehová tu Dios... para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob". En otras palabras, lo que Dios está haciendo aquí en el Sinaí para Israel bajo Moisés es lo que había prometido hacer en su pacto con Abraham. Lo que Dios haría por Israel en su pacto con ellos era exactamente lo mismo que había prometido hacer por los patriarcas en su pacto con ellos. Entonces, si el pacto abrahámico pertenece al pacto de la gracia, y el pacto mosaico es lo mismo en esencia, se deduce que debe pertenecer también al Pacto de Gracia.

2. Las Escrituras nos dicen que los PRIVILEGIOS del Pacto Mosaico son los mismos que el Pacto de Gracia. El pasaje del Deuteronomio 29 citado arriba no solo nos enseña acerca de la esencia del Pacto Mosaico, sino también sobre los privilegios contenidos en el Pacto Mosaico. Leímos de nuevo: "Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios... para que entres en el pacto de Jehová tu Dios... para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios..." Esta es la promesa de Dios a Israel en el Sinaí: "y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo"(Levítico 26:12). Hemos demostrado anteriormente que este es el latido de la promesa de Dios a Su pueblo en el Pacto de Gracia. Dios le dice a Israel en Éxodo 19:5-6 que si escuchan su voz y guardan su pacto, entonces "seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos... Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa". Estos son también los mismos privilegios dados en el Pacto de Gracia, porque leemos de los mismos privilegios del Evangelio en 1 Pedro 2:9-10, donde Pedro cita este mismo versículo, aplicándolo a los creyentes gentiles y diciéndoles: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios... "  Además, Dios otorga libremente la tierra de Canaán a su pueblo Israel como una herencia, que previamente había jurado prestar a los patriarcas y sus descendientes. Esto también fue un privilegio del evangelio, ya que la tierra de Canaán era una imagen de la herencia eterna que Dios había jurado dar libremente a su pueblo en Cristo. Entonces, todos los privilegios otorgados en el Sinaí fueron verdaderamente privilegios del evangelio.

3.  El CONTEXTO del Pacto Mosaico es el mismo que el del Pacto de Gracia: El Señor comienza los Diez Mandamientos recordándole a Israel por qué debían obedecer la Ley que estaban a punto de recibir: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre".  (Éxodo 20: 2). En la esclavitud de Israel en Egipto se enfrentaron con su desesperada necesidad de redención; pero, en su liberación contemplamos la provisión de gracia de la redención de Dios. Habían sido esclavizados, pero ahora eran liberados por el poder de Dios (Éxodo 9:16; Salmo 106: 8), después de haber sido marcados con la sangre del cordero de la Pascua (Éxodo 12:22). La Ley, entonces, se le da a Israel en el contexto de la redención. Israel no debía obedecer la Ley de Dios para ser liberado de su esclavitud en Egipto, sino porque había sido liberado; ellos no debían obedecer la voz de Dios para ser redimidos, sino como aquellos que ya habían sido redimidos. Vemos el mismo patrón en toda la Ley.  Levítico 11:45 dice: "Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo". Deuteronomio invoca constantemente la redención que Dios obró a favor de Israel al sacarlos de Egipto como el motivo y la razón de su obediencia. Una y otra vez leemos eso en las Escrituras de la Ley, como en Deuteronomio 27:9-10, donde Moisés le dice a Israel: "hoy has venido a ser pueblo de Jehová tu Dios. [Por lo tanto] Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos, que yo te ordeno hoy". Dios no le da a Israel la Ley para que obedeciéndola se conviertan en su pueblo; Él les da la Ley como aquellos que se han convertido en Su pueblo.  ¿No es así exactamente como Dios nos llama a la obediencia en el Pacto de Gracia? Al igual que Israel, fuimos esclavos de nuestro pecado (Juan 8:34);  pero Cristo, nuestro cordero de Pascua fue sacrificado; y por la fe en Él ahora somos liberados por el poder de Dios (Romanos 1:16). Habiendo sido liberado, Dios nos da su Ley para obedecer. Pero como Israel, lo hacemos, no para ser redimidos, sino porque ya hemos sido redimidos. Entonces, Israel debía obedecer por la misma razón por la que lo hacemos ahora en el evangelio.

4. El REQUISITO del Pacto Mosaico es el mismo que el del Pacto de Gracia: cuando se le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante, respondió que toda la Ley podría condensarse en esto: "Amarás al Señor tu Dios con todos tus corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas".  Nuestro Salvador eligió citar Deuteronomio 6:5, pero la Ley está llena de Escrituras como estas. Leemos en Deuteronomio 10:12, "Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma". Deuteronomio 11:18 dice: "Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma".  Lo que vemos es que la obediencia que Dios requirió de Israel llegó mucho más allá de lo externo, hasta la profundidad de su ser. La ley nunca fue cumplida guardando meramente un conjunto de reglas; siempre fue más allá de las acciones hasta los anhelos más profundos de nuestros corazones. Dios no solo le estaba ordenando a Israel que lo obedeciera de una manera perfecta, mecánica y robótica. Les estaba ordenando que lo amaran, que le pertenecieran por completo, que lo conocieran, lo apreciaran y caminaran con Él, que se aferraran a Él para seguirlo y servirlo con todo su corazón. Cuando Jesús expuso la Ley en los evangelios, no estaba enseñando nada nuevo; Simplemente estaba mostrando lo que la Ley había requerido todo el tiempo.  Es por eso que Pablo dice en Romanos 7:14 que "la ley es espiritual"; requiere mucho más que solo obediencia externa; se extiende a nuestros pensamientos, motivos y los anhelos más profundos de nuestros corazones. Entonces, lo que Dios requirió  de Israel bajo Moisés es lo que Él requiere de nosotros aún en el Pacto de Gracia. Esto es quizás más claro en Deuteronomio 10:16, donde Dios ordena a Su pueblo circuncidar sus corazones. Esto nos muestra que toda la obediencia que Dios requiere en la Ley  es una obediencia evangélica. Dios no solo está ordenando a Israel que lo obedezca, sino que lo obedezca de una manera evangélica. Él no está ordenando una obediencia robótica y legalista; Él está ordenando una obediencia evangélica, verdadera y viva. No solo obedecerle, sino obedecerle con corazones que han sido circuncidados por el evangelio. Lo que Dios requirió en el Sinaí fue la obediencia al evangelio.

5. La DISPOSICIÓN del Pacto Mosaico es la misma que la del Pacto de Gracia: Dios exigió a Israel que le amase con todo su ser, pero al hacer esto, en realidad requirió lo imposible. La caída de Adán ha hecho imposible que el hombre ame a Dios. Jesús nos dice en Juan 3:19 que todos nosotros nacemos con corazones que aman la oscuridad en lugar de la Luz. Decir que todos nosotros “no amamos” a Dios con todo nuestro corazón y alma es un eufemismo masivo. Como pecadores caídos, naturalmente somos esclavos de nuestro pecado (Juan 8:34), estamos enamorados de nuestro pecado (Juan 8:44). No solo somos esclavos, sino esclavos dispuestos a serlo. No podemos amar a Dios ni estamos dispuestos a amarlo. Pero, como hemos aprendido, Dios proporciona todo lo que pide en el Pacto de Gracia. Dios proveería para todas las miserables imperfecciones de su pueblo por medio de la sangre de la expiació. Cristo fue retratado y proclamado en los sacrificios de Levítico. El israelita creyente traería un animal al tabernáculo "para hacer expiación en su nombre" (Levítico 1: 4). El hombre pondría su mano sobre la cabeza del animal, imaginando aquella verdad de que su pecado estaba siendo imputado a éste en su nombre, entonces se mataría al animal simbolizando la verdad de que la ira de Dios debe ser satisfecha y, sin embargo, que podría serlo en un sustituto. Entonces, había perdón en el Pacto Mosaico (Éxodo 34: 6-7). La transgresión fue expiada; los pecados fueron perdonados. Había gracia bajo Moisés porque Moisés era parte del Pacto de Gracia. Por supuesto, la sangre de cabras y toros nunca puede quitar los pecados. Pero señalaron a Aquel que sí lo haría. Dios enviaría algún día, a Su pueblo, el Cordero de Dios, quien viviría una vida de perfecta obediencia y sumisión al Padre y luego tomaría sobre sí mismo en la cruz el castigo que cada uno de nosotros merece por nuestro pecado. Además, leemos en Deuteronomio 30:6: "Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.".  Dios no solo expiaría los pecados de su pueblo; también les quitaría los corazones de piedra y les daría corazones circuncidados; corazones radicalmente nuevos. De este modo, el Señor no solo proporcionaría perdón a Su pueblo, sino que también los haría estar dispuestos y ser capaces de amar al Señor, no de manera perfecta, pero sí verdaderamente. Entonces, la forma en que Dios proveyó a su pueblo en el Sinaí no es diferente de cómo lo hace hoy.

6. El CONTENIDO del Pacto Mosaico es el mismo que el del Pacto de Gracia: En pocas palabras, el Pacto Mosaico nos señala a Jesús y al Evangelio una y otra vez.  A través de imágenes, promesas y profecías, vemos sus huellas digitales en cada página de su pacto Sinaítico. Es por eso que el Salvador les dijo claramente a los judíos: "si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él". (Juan 5:46) Esa es una declaración asombrosa. Aquí, Jesús mismo nos está dando su propia interpretación del Pacto Mosaico. Y lo que aprendemos es que, al final del día, la Ley de Moisés se trata, en última instancia, de Cristo. ¿Sobre quién escribió Moisés? Él escribió sobre Cristo. Del mismo modo, el autor de Hebreos nos dice que a todos los que escuchaban a Moisés se les predicaron las "buenas nuevas", las mismas buenas noticias que se nos predican a nosotros (4: 2,6). En otras palabras, el evangelio fue aquello que se predicó a Israel bajo Moisés. Entonces, el ministerio de Moisés fue en realidad un ministerio evangélico, un ministerio evangélico. ¿Cómo es eso?  Podríamos dar algunos ejemplos aquí: 1) Moisés mismo señala al más grande Profeta como uno que aún estaba por venir, de quien Dios dijo: "pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta".  (Deuteronomio 18: 15-19) . 2) La Pascua y los sacrificios de expiación apuntan a Jesús, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".  (Juan 1:29), como ya hemos visto.  3) El Tabernáculo nos señala a Jesús, quien se hizo carne "y habitó entre nosotros" (Juan 1:14) .72 4) El Sacerdocio señala a Jesús, nuestro gran sumo sacerdote que se ofreció de una vez por todas y que vive para interceder por  nosotros (Hebreos 7: 2328).  5) El Maná señala a Jesús, el verdadero pan que ha bajado del cielo para dar vida al mundo (Juan 6: 30-33, 49-51).  6) La serpiente de bronce nos señala a Cristo, quien fue levantado como la serpiente en el desierto, para que "todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna".  (Juan 3:14-15).  7) La roca que Moisés golpeó en el desierto señala a Jesús, porque Pablo nos dice que Israel "bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo" (1 Cor.10:1-4). Y cualquier otra cosa que podamos encontrar en la Ley, la Escritura la presenta como sombras de las buenas cosas venideras (Hebreos 10:1);  todas sirven para señalarnos a Cristo y su evangelio. Cristo y su redención son representados o prometidos en cada página de la Ley de Moisés. Las Escrituras mismas testifican que, en última instancia, el ministerio de Moisés en el Sinaí fue todo acerca de Cristo. Y seguramente no es diferente para nosotros ahora en el Pacto de Gracia.

7. Por último, el MEDIO de beneficiarse del Pacto Mosaico es el mismo que el del Pacto de la Gracia. Todo en la Ley señalaba a Cristo. Vemos a Jesús en todas partes. Al igual que nosotros, Israel fue llamado a abrazar este mensaje de vida en Cristo de corazón, por fe. Israel tuvo que responder con fe. Esto es más evidente en un pasaje particular de la Escritura. En Romanos 10:5-9, Pablo dice lo siguiente:

“Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”

Aquí Pablo parece contrastar dos formas de vida, dos formas de justicia; la justicia que se basa en la ley y la justicia que se basa en la fe. Más adelante trataremos en detalle la naturaleza del contraste, pero por ahora sólo quiero que notemos una cosa: la Escritura que Pablo cita aquí para describir la justicia basada en la fe en realidad proviene de un pasaje en el Ley. Digámoslo de nuevo. Pablo está citando Deuteronomio 30:11-14, un pasaje de la Ley, para describir la justicia que se basa en la fe. ¿No es asombroso? Pablo cita aquí la Ley para enseñarnos acerca de la justicia que es por fe y la razón es simple: la Ley requería fe. Así como la Ley señalaba a Cristo de muchas maneras, también requería que Israel pusiera su fe y su esperanza en ese Mesías que a menudo era prefigurado. Del mismo modo, las Escrituras nos ayudan a comprender que la razón por la cual la mayor parte de la primera generación de Israel bajo Moisés nunca llegó a la tierra prometida no fue por falta de obras, sino por un  falta de fe. El autor de Hebreos nos había dicho que la palabra que se predicó a Israel bajo Moisés en el desierto fue la misma "buena nueva" que se nos predicó a nosotros, es decir, el evangelio (4:2,6).  Sin embargo, continúa, "no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron." (4: 2; cf. 3:19). En otras palabras, el mismo punto en el que Israel resultó mal fue que no creyeron en el mismo evangelio que se nos ha predicado a nosotros. Y esto no es algo que sólo aprendemos en el libro de Hebreos; La misma verdad se registra en las Escrituras del Antiguo Testamento. Porque, cuando Moisés relata por qué Israel fue obligado a vagar 40 años en el desierto, les declara que la razón era: “no creísteis a Jehová vuestro Dios..." (Deuteronomio 1:32). Esto también se repite en los Salmos. Al reflexionar sobre por qué Dios entró en juicio con Israel bajo Moisés en el desierto, el salmista declara: “Por tanto, oyó Jehová, y se indignó; Se encendió el fuego contra Jacob, Y el furor subió también contra Israel, Por cuanto no habían creído a Dios, ni habían confiado en su salvación"(78:21-22), y nuevamente, porque "no creían en sus maravillas" (v32). Entonces, la razón por la cual muchos bajo Moisés se perdieron la bendición no fue por falta de obediencia legal, sino por falta de fe.

Entonces, la pregunta que le haríamos a cualquiera que tuviese una opinión diferente sobre el Pacto del Sinaí es esta: si la esencia del Pacto Mosaico es la misma que la del Pacto de Gracia, y si los privilegios del Pacto Mosaico son los mismos que los del Pacto de la Gracia, y si el contexto, el requisito, la provisión, el contenido, y los medios para entrar en la bendición en el Pacto Mosaico son todos iguales a los del Pacto de Gracia; entonces, ¿cómo podríamos decir que el pacto que Dios hizo en el Sinaí con Israel fue algo más que simplemente una de las manifestaciones del Pacto de Gracia? Es difícil negar el hecho de que el Pacto Mosaico pertenece al Pacto de Gracia.

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